30 de marzo de 2013

Escalada y Espiritualidad

Tres años han pasado ya desde la primera vez que escalé una pared en la montaña, quien me iba a decir que a estas alturas me aficionaría yo a un deporte tan duro.



Pero es una experiencia apasionante, el enfoque de la mente es intenso y preciso como un láser, la concentración es máxima y la conciencia de tu cuerpo es mayor que nunca.
La lucha contra uno mismo y la superación para lograr el ascenso. Vencer el miedo y dominar la mente. Respirar hondo y afrontar la pared con calma. 
Es un camino duro, donde la constancia es esencial. El entrenamiento, pero sobre todo la práctica constante, te permiten adquirir la fuerza necesaria, aprender la técnica para moverte por la roca con equilibrio, minimizando el esfuerzo.
La mente va a mil por hora allí arriba y la confianza en uno mismo es vital. Afrontar el reto con actitud positiva te permite aprovechar al máximo todo tu potencial.

Una vez allí arriba cuando he alcanzado la meta vertical, vuelvo la vista atrás y me siento afortunado de poder admirar el paisaje desde un punto de vista privilegiado. Feliz por haber logrado hacerlo, cuando vuelvo al suelo me siento mejor que nunca.

ES MI MEDITACIÓN DINÁMICA EN PLENA NATURALEZA

No hay comentarios:

Publicar un comentario